Decepcionante. Además no entiendo cómo puede ser que, a escasos metros de mis queridísimas cañas de chocolate, hayan abierto una nueva panadería, con aires de pan auténtico, y para más inri sea otra panadería más, sin más. Me acerqué el otro día con toda la ilusión del mundo y, seré sincera, no me atreví a comprar pan. Así como a otros les pueda llamar la atención un local de tonos rosáceos, muy bonito todo él, todo muy bien organizado y etiquetado, lleno de fashionismo y modernidad, a mí me tira para atrás… Me crea desconfianza, ¡no quiero que me distraigan con la decoración, sí sólo quiero comprar buen pan!
No digo que lo nuevo sea peor que lo viejo. No. Pero, en mi caso, alabo lo auténtico y no lo que se esfuerza por ser auténtico y no lo es. ¿De dónde salen todos esos panes tan bonicos si no tienen ni horno?!?! ¿Dónde está el olor a pan?!?! En fin…
Y es que recuerdo una y otra vez nuestra visita a las instalaciones de la panadería del Rincon del Segura (Albacete) y soy consciente de que aquello eran unas mega-instalaciones pero yo me conformaría con tener una décima parte de ello a escasos metros de casa. Que pudiera despertarme un sábado por la mañana con la alegría de ir a buscar pan a la panadería, embadurnarme con ese olor a pan recién horneado y volver a casa toda feliz sabiendo que voy a desayunar un rico bocadillo. Por suerte, ¡soñar todavía es gratis!