Currycurryquetepillo

Cenando en primera clase

Dicen que lo que bien empieza, bien acaba. Y cierto es. Nuestro ansiado viaje hacia tierras argentinas empezó más que bien con un inesperado vuelo en primera clase con Alitalia. Impresionados nos quedamos con los metros cuadrados que teníamos para cada uno. Y luego llegaron las mantas, las zapatillas, los calcetines, el neceser, el tapaojos, etc. Y nosotros venga a tocar los botoncitos del asiento reclinable, ¡es que las combinaciones eran infinitas!
La emoción nos embargaba, para qué mentir. Pero cuando ya nos pusimos como unos locos fue cuando vimos aparecer a una de las azafatas con unas copitas de champagne… los ojos nos hacían chiribitas. Más tarde, allí estábamos, como un par de niños que esperan ansiosos la hora de su merienda, sentaditos en nuestros mega-sillones esperando la cena con la mosca detrás de la oreja: ¿cómo iba a ser la cena en primera clase?


Mantelillo individual, cubiertos, vaso de agua, copa de vino, platito para pan, mantequilla y salero y pimentero.. el atrezzo sumamente cuidado. Mientras que nos lo colocaban, yo sólo hacía que pensar: ¿Y si de golpe entramos en una zona de turbulencias? ¡Se iría toda la parafernalia al suelo! En ese aspecto, las bandejas de comida de clase turista están más preparadas para sobrevivir, ¿no?

Llegaron las cartas a nuestras manos y por primera vez ante nuestros ojos ¡una carta de vinos en un avión! Ya se nos salían los ojos de las órbitas. En total había cuatro variedades de vino: dos de vino tinto y dos de vino blanco, todos ellos de origen italiano. Y lo más ventajoso, sobre todo para aquellos a los que ir en avión nos pone el cuerpo un poco tenso, es que uno puede repetir vinito todo lo que quiera y así poder dormir bien la mona después 😉

Y empezó el festival de comida:

Porción de tortilla con alcachofas frescas
Ensalada de acelgas frescas con rosbif
Gnochetti sardos con salsa de tomate y parmesano
Maccheroncini con salsa de quesos y parmesano
Cerdo Sardo lacado a la miel e hinojo
Fruta fresca de estación
Pastelitos de higo
El menú se compuso de un total de siete platos con abundantes raciones cada uno, entre los que la pasta y el segundo plato (carne o pescado) eran a escoger. Especialmente buenos nos parecieron los platos de pasta considerando que no es un plato fácil de gestionar con los aparatejos de cocina que lleva un avión… por cierto, ¿alguien ha visto alguna vez cómo y dónde se calienta la comida en un avión?
Una experiencia gastronómica más a sumar en nuestro currículum culinario, pero esta vez en el aire y sobre unos mega-asientos.

Fotografías realizadas con la cámara Panasonic Lumix DMC-FZ45

About the author

Me apasiona hablar de comida. Aunque en realidad mi pasión verdadera es comer. Cocino para comer, salgo para comer, trabajo para comer, leo para comer mejor, hago deporte para comer más... Arantxa Ruano

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